Desde tiempos inmemoriales las tres religiones mediterráneas (judía, cristiana y musulmana), quienes, por demás son las más influyentes en el pensamiento occidental, han planteado como labor fundamental de sus credos el alimento del alma y el cuerpo. Entonces, no nos debe parecer extraño que hayan alimentos prohibidos y cargados de un simbolismo demoníaco. Generalmente, este simbolismo tiene relación con el hecho de que la gastronomía excita nuestro 5 sentidos y, como hemos descrito en artículos anteriores, incita las pasiones carnales. La carne, alusión directa al cuerpo erótico, es prohibida en momentos del año en que se llevan a cabo fiestas y ceremonias de "purificación". Entre los musulmanes además del cerdo, son prohibidos los animales carroñeros ("quienes se alimentan de otros cuerpos") y los hallados muertos.
«¿Qué alimentos deben ser considerados puros e impuros? No mezclar la leche con la carne», dice la Biblia. Según esta premisa judaica, olvidemos una carne al jugo con salsa blanca. Durante la edad media, fueron prohibidas también varias hierbas, algunas de uso curativo, gastronómico y alucinógeno, como la mandrágora, el estragón, la Belladona y otras. Todas con propiedades relajantes.
En fin, el alimento del cuerpo, no debiera ser regido por la moral, sino, por el contrario, por el deseo y el placer.
A dejarse llevar!!!
Sin miedo.
Desde que nos liberamos del yugo materno de las cazuelas, nos hemos visto en la penosa necesidad de exponer nuestros cuerpos al mal cariño de las cocineras de los sucuchos de comida chatarra. Sean callejeros o de mall, ninguno nos ha acariciado con sabores, olores o texturas que nos inspiren, que nos subviertan el paladar... Nos cansamos. Pero como el hambre no cesa... creamos chatarra glamorosa, culinariamente revolucionaria, pintoresca, colorida, sana, afrodisíaca, nutritiva... Sírvanse!!!